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sábado, 14 de junio de 2014

X-MEN: DÍAS DE GLORIA


A mi hermano,
que nos dejó antes de tiempo...



Corría diciembre de 2005. El tipo de provincias que escribe estas líneas había viajado a Madrid para ver a su novia de la capi y, de paso, acudir a la Expocómic que se celebraba en la Casa de Campo. ¿O fue al revés? La cuestión es que en aquella edición firmaba sus obras un venerable cincuentón con aire a lo Santa Claus por quien un servidor siente verdadera devoción. Me faltó tiempo para estar allí, al pie del cañón, y fui de los primeros en la cola, tanto que tuvo que preguntar a la voluntaria de apoyo que se sentaba a su lado cómo se escribía mi nombre porque hasta ese momento ningún otro "Miguel" había pasado por su mesa. Guardo de él un grato recuerdo. Se mostró accesible y cercano como un escritor primerizo y no tuvo inconveniente en fotografiarse conmigo tanto en la sesión de firmas como horas más tarde, cuando nos íbamos para casa y nos lo tropezamos ya fuera del recinto.


No, no era Santa Claus, pero el encuentro con Chris Claremont fue todo un regalo.

Aquel renombrado autor de aspecto bonachón era Chris Claremont, una leyenda viva del cómic que hizo posible que los X-Men disfrutasen de una auténtica edad de oro allá por la década de los ochenta. Suyas son buena parte de las mejores historias clásicas de la Patrulla X -como se les llamaba entonces-, entre ellas la que hoy nos ocupa, Días del futuro pasado, una historia muy popular de apenas 43 páginas publicada en 1.981 que ha servido de inspiración para la nueva entrega cinematográfica de nuestros amiguetes mutantes.

X-Men: Días del futuro pasado nos presenta un futuro apocalíptico dominado por los temibles Centinelas, enormes robots encargados del control y, en su caso, eliminación de los mutantes. Sólo unos pocos se han librado de ser apresados o asesinados y permanecen libres, aunque son hostigados sin descanso. Como medida desesperada para evitar su aniquilación idearán un plan descabellado para cambiar la Historia: uno de ellos, Lobezno, retrocederá cincuenta años en el tiempo, hasta 1.973, y tratará de evitar la chispa que dio al traste con la convivencia pacífica entre humanos y mutantes.


El cartel de la peli destaca a Mística, que tendrá un papel relevante en la trama.

A partir de esta premisa Brian Singer (Singer vuelve a la dirección, y se nota) nos brinda un peliculón espectacular, contundente, sin tregua, arrollador, de esos en los que no podéis permitiros pestañear. Voz en off de Charles Xavier para empezar, cuatro claves para ponernos en antecedentes y ya estamos metidos en harina, en una película sin miedo a la violencia, más adulta y más oscura que la media de las de Marvel. La historia lo pedía y Singer no se anda con chiquitas a la hora de retratar a unos mutantes que fuman, beben como cosacos y salen en bolas (admiradoras de Hugh Jackman, llevad ropa interior de repuesto), no en vano la peli ha sido calificada como No recomendada para menores de doce años. El futuro apocalíptico en el que los mutantes son masacrados por el mero hecho de serlo resulta estremecedor y da fuerza a la trama, muy bien ligada con los momentos más luminosos, aquellos que se desarrollan en los años setenta (bendito look setentero, por cierto, gran trabajo de vestuario, ambientación e imagen), cuando la película se vuelve más divertida, a ratos desenfrenada, salpimentada con pinceladas emotivas y con un humor bien enlazado que remite según pasan los minutos y la cosa se va poniendo fea. Tiene a su favor un guión inteligente cuyos recovecos no desentonan y que logra sortear la dificultad de contar una historia como esta (con efectos mariposa, paradojas temporales, acciones y consecuencias) sin perderse entre lapsos espaciotemporales, con el mérito añadido de lograr que los espectadores podamos seguir el hilo con facilidad. Y, de propina, consigue arreglar errores de continuidad de la saga, pone las cosas en su sitio y se ventila dos auténticos despropósitos como fueron X-Men 3: La decisión final y X-Men Orígenes: Lobezno.

Michael Fassbender (Magneto) y Jennifer Lawrence (Mística) se marcan, junto a James McAvoy (Charles Xavier), un tour de force de lujo.

Uno de los puntos fuertes de la peli es el nivelazo de su reparto (cameo de Chris Claremont aparte), con una larga ristra de actores que suman 10 nominaciones a los Oscars y 3 estatuillas, si no he contado mal. Aunque el personaje que cuenta con más minutos en pantalla es el Lobezno de Hugh Jackman, a diferencia de lo que ocurre en películas anteriores éste se limita a ser un mero hilo conductor entre subtramas y cede su protagonismo a un trío de lujo: Jennifer Lawrence y su espléndida recreación de una resentida y peligrosa Mística, Michael Fassbender (¡qué actorazo!) como un Magneto en ciernes que va por libre y se sabe casi todopoderoso, y James McAvoy como un joven y atormentado Charles Xavier, relegando a Ian McKellen y a Patrick Stewart a roles más secundarios que de costumbre. Sin perjuicio de ello, cada personaje mutante tiene su momento de gloria, algunos de ellos verdaderos momentazos, como el cabreo monumental del joven Magneto a bordo de un avión en una agria discusión con Charles Xavier no apta para quienes padecen fobia a volar o su mastodóntica demostración de poder al levantar él solito el RFK Memorial Stadium como si fuera un plato de lentejas; o las transformaciones y las peleas acrobáticas de Mística; o la escena donde Mercurio (Evan Peters), uno de los nuevos fichajes, hace gala de su velocidad supersónica y nos regala el momento más divertido de la cinta y uno de los más espectaculares. Si echáis en falta más minutos para Halle Berry y su Tormenta, tiene su explicación: al parecer, el imprevisto embarazo de la actriz obligó a recortar el número de escenas en las que intervenía.


Evan Peters (Mercurio) nos regala uno de los momentos más divertidos y espectaculares de la peli. Carl Lewis es un don nadie a su lado, no os digo más.

Acción muy bien rodada, efectos especiales de primer orden sin caer en el abuso de CGI, un ejemplar uso de la cámara lenta y la banda sonora de John Ottman que, sin estridencias, acompaña de forma eficaz a los diferentes ritmos y épocas de la trama (confieso que disfruté en particular con ciertos hits setenteros) redondean las virtudes de la peli.

Y de guinda un gran final, evocador, emotivo, redondo, fantástico. ¡Qué final, señores! Para mí, el The End perfecto para esta historia, y bien podría serlo para la saga (aunque la acostumbrada escena post-créditos nos despierte y nos diga que nos olvidemos, que el money es el money).

Pero no todo es perfecto: algunas licencias de guión que chirrían, una labor de maquillaje mejorable en las secuencias que se desarrollan en el futuro o la aparición de nuevos mutantes (Sendero de Guerra, Blink, Bishop, Mancha solar...) sin ofrecernos siquiera una pincelada sobre el origen de los mismos, más como guiños a los fans que como otra cosa, lastran en cierto modo el resultado final. Sin embargo, el conjunto es tan bueno que resulta fácil pasar por alto estos deslices.

Tanto, que creo que estamos ante la mejor entrega de la saga. Y mirad que le tengo cariño a X-Men 2 y que aprecio el espléndido trabajo de Matthew Vaughn tras las cámaras en X-Men: Primera generación, pero con ninguna de ellas he disfrutado tanto como con esta. No sólo eso: pienso que Singer se ha currado la mejor película de Marvel hasta la fecha. Como suena. Ahí lo dejo.

¿Habéis pensado alguna vez qué os diríais si tuvierais cara a cara a vuestro yo del futuro? ¿O del pasado? Para Charles Xavier ese encuentro será clave en su evolución personal.

Si os gustan los superhéroes, X-Men: Días del futuro pasado es la película que no os podéis perder (los 130 minutos de metraje están salpicados de numerosas referencias a momentos de la saga y de los cómics que los fans sabrán agradecer). Si no os gustan, pero os atrae el cine fantástico, también. Me atrevería a decir que es una excelente historia de aventuras y ciencia ficción que agradará incluso a quienes les importen un carajo los mutantes y sus poderes.

Desde adolescente me han atraído los X-Men, la Patrulla X, o como queráis llamar a esta panda de tipos raros. ¿Por qué? Supongo que en parte por aquellos buenos cómics clásicos que me engancharon en su día. Por cierta afinidad con ellos, incluso: ¿nunca os habéis sentido como bichos raros, fuera de lugar, en alguna situación? No me digáis, además, que no os hubiera gustado tener la capacidad de leer la mente cuando estabais frente a aquella piba que os molaba, intentando adentraros en aquella mirada que no sabíais interpretar del todo, o de manejar el clima a vuestro antojo aquellos días de vacaciones en la playa en que tocaba lluvia. Qué demonios, ayer mismo me hubiera gustado poder atravesar superficies sólidas cuando Ana, aquella novia de la capi que hoy comparte mi vida, me soltó aquello de "Te has acordado de comprar la leche, ¿verdad?" y yo pensaba "¡Tierra, trágame!" mientras visualizaba en mi cabeza la nevera sin un solo tetra-brick. Sí, hubiera estado bien.

¡Saludos culinocinéfilos!

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